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Prisionera de un gigante

 Bueno, va siendo hora de irse a la cama -tronó el gigante con su voz colosal-, pero antes de dormir conviene hacer un poco de ejercicio, ¿no?

Lo miré aún jadeante, temiendo cualquier cosa. 

- Y un buen ejercicio es la escalada, ¿no crees? Claro, que aquí no estamos en la montaña, pero podemos pensar algo, hmmmm -hizo como si pensara-, bueno, lo más parecido que tienes ahora tú a una montaña es mi propio cuerpo,...

Me tomó de nuevo en su enorme mano y me bajó al suelo. El movimiento rápido y brusco me mareó totalmente . “Nunca podría acostumbrarme a esto”, pensé. Me encontré de nuevo entre sus pies mientras él se alzaba en toda su inmensa estatura. Verlo entero desde allí abajo me aterrorizó y me fascinó a la vez. Aquel cuerpo gigantesco era tan increíble, tan majestuoso. Me sentí como en la presencia de un dios. Su impresionante voz, también semejante para mí a la un dios, volvió a tronar:

- ¡Adelante! Quiero que subas por mi cuerpo ahora –tronó. Lo miré suplicante, aún sin poder moverme.
- He dicho: ¡AHORA! –volvió a levantar su inmenso pie sobre mí. Me apresuré a levantarme, rogándole que no me aplastase, que haría todo lo que el quisiera. Sonriendo satisfecho, Luis volvió a apoyar ambos pies sobre el suelo y esperó. Miré llena de espanto y a la vez de admiración la montaña humana que se erguía ante mí y me dispuse a emprender la ascensión.
Me acerqué a su gigantesco pie derecho, tratando de ignorar el terrible olor que de él emanaba y subí por entre sus tit ánicos dedos. Seguí ascendiendo por el pie hasta que pude alcanzar el borde de sus vaqueros. Me así y salté sobre el dobladillo, permaneciendo allí mientras reflexionaba sobre cómo podría subir por el pantalón gigantesco, cuando algo cayó a mi lado. El coloso había decidido ayudarme y sostenía en su mano el extremo de uno de los largos cordones de sus deportivas, mientras el otro extremo se balanceaba al alcance de mi mano. Comprendí y me agarré al gigantesco cordón, comenzando la larga ascensión. Afortunadamente estaba en forma. Así fui subiendo por la inmensa pierna de mi captor y por su fornido y musculoso muslo. Con el cordón, Luis me fue dirigiendo de forma que mi subida se dirigía directamente hacia su bragueta. Estaba subiendo por la cremallera cuando, súbitamente, el gigante dejó caer el cordón que me servía de cuerda. Me vi sin apoyo y traté de agarrarme desesperadamente a algo. Cuando al fin lo logré, miré y vi que me encontraba colgando de la hebilla de la cremallera gigante. “¡Qué situación!”, pensé, “Mi vida pende de la hebilla de la cremallera de la bragueta de un hombre”. También Luis debió pensar lo mismo, ya que comenzó a reír estrepitosamente.
El gigante me dejó allí, colgando, unos minutos, pero al fin puso la palma de su mano gigantesca bajo mi cuerpo y me invitó a dejarme caer sobre ella. Como en un montacargas me vi alzado hasta encontrarme de nuevo cara a cara con el sonriente rostro de Luis.


Sola en Casa
Viana se haya sola en casa, sus compañeros de piso, una pareja de chicos homosexuales decidieron irse de fin de semana a la montaña para huir, aunque fuera durante unas horas del bullicio que se respiraba en la ciudad, Viana, una chica de 32 años, no muy alta, tampoco muy delgada, digamos que apetecible, un gran corazón, un precioso pelo negro y ojos grises, hacía más de cuatro meses que había roto con su novio después de descubrir que éste llevaba mucho tiempo engañándola. Gael y Marcos decidieron que ocupara la habitación que quedaba libre en su piso cobrándole un simbólico alquiler, Marcos es su confidente, su amigo de la infancia …


… La persona a la que siempre recurre cuando se siente deprimida, una persona que sabe escuchar y que confió en ella cuando decidió no seguir ocultándose dentro de un armario.

El tiempo en Barcelona estos días es realmente pésimo, no para de llover y se siente el frío del invierno, Viana no comprende como sus amigos decidieron irse para aprovechar el Puente de la Constitución ni más ni menos que a un pueblecito perdido en los Pirineos Catalanes lo suficientemente cerca como para ir a esquiar, decide aprovechar para limpiar el piso, sobretodo su dormitorio,  decide quitarse los vaqueros y la camiseta que se había puesto esa misma mañana para salir a hacer la compra, y empieza por la cocina, sus amigos siempre la dejan hecha un verdadero desastre, cuando termina se da cuenta de que ya han pasado varias horas, empieza a notar los efectos de la temperatura de la calefacción, se tira encima de su cama cinco minutos, luego decide ir al cuarto de baño para darse una ducha rápida.

Viana entra en el baño y abre el grifo de la ducha para que le dé tiempo al agua a salir caliente mientras se desviste, se quita la camiseta dejando la parte de arriba de su torso solamente con un bonito sujetador de encaje de color negro, y luego se quita los pantalones de deporte dejando a la vista la braguita delicada que hace juego con el sujetador el cual se quita dejando a la vista sus grandes pechos, unos pechos que la acomplejaron en la adolescencia pero que supo sacarles partido años después, se quita las braguitas y se mete en la ducha.

Se sujeta el pelo con una goma para que no se le moje, coge la esponja y empieza a pasarla por su cuerpo, empapándolo de un refrescante aroma de melocotón, la pasa por sus pechos suavemente sintiendo como sus pezones cobran vida, desciende por su torso hasta llegar a su abdomen, decide sustituir la esponja y pone jabón directamente sobre sus manos las cuales descienden hasta llegar a su sexo, las pasa por entre sus piernas, su clítoris empieza a reaccionar al contacto de la piel, y empieza a moverlos en el sentido de las agujas del reloj, suspira, de repente decide coger la ducha y aclararse todo el jabón, cierra el grifo y sale de la ducha cogiendo el albornoz que cuelga de una percha detrás de la puerta y poniéndoselo.

Ya en su habitación abre el cajón de la ropa interior encontrando el juguete sexual que Marcos le regaló por su cumpleaños el año anterior, vuelve a suspirar, y decide abrir la caja, sacando un dildo con formas curvas sencillas con tres potencias de vibración, coge varias pilas, se las pone y se ríe al sentirlo vibrar, nunca ha usado ese tipo de juguetes así que decide darle una oportunidad, va al salón y se sienta al lado de la ventana que da a la terraza en una especie de diván con un estampado bastante feucho, se quita el albornoz quedándose sentada sobre él, acaricia con sensualidad sus pechos, chupa sus pezones, primero el derecho, luego el izquierdo, su mano derecha desciende hasta su clítoris que reacciona ante una sensación de sobra conocida para él, se lo frota con fuerza porque solamente así consigue explotar todo su potencial, poco a poco su vagina se va humedeciendo, apoya el dedo pulgar sobre su clítoris para poder jugar con el resto en la entrada de su húmeda cueva, se introduce dos dedos y los mueve, empieza a sentir pequeñas pero intensas oleadas de placer recorrer todo su cuerpo.
 
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